El uso desproporcionado de la detención preventiva esta prolongando el encierro y destruyendo sueños antes de que exista una condena.
Por: Laura Vidaurre y Carla Arnez
Como todo ser humano, Carlos C.H. (25 años) tenía sueños, metas y la esperanza de mejorar su calidad de vida. A pesar de las dificultades económicas, estaba a punto de cumplir uno de sus mayores objetivos: convertirse en abogado. Le faltaba apenas un año para graduarse, pero su vida cambió abruptamente hace ocho meses, cuando fue detenido por la policía acusado de robo y enviado al penal de Morros Blancos de Tarija con detención preventiva.
Empatizar con las personas privadas de libertad no significa justificar sus actos, sino reconocer su humanidad, dignidad y derechos. El caso de Carlos refleja la realidad de 7.202 jóvenes que se encuentran bajo detención preventiva en las cárceles de Bolivia, cumpliendo esta medida cautelar como si fuera una pena anticipada, lo que deteriora sus proyectos de vida y les cierra las puertas a un futuro digno.

Según el Diagnóstico Nacional de Población Juvenil Privada de Libertad, elaborado por la Defensoría del Pueblo, el 58,71% de la población carcelaria del país se encuentra en detención preventiva. De ese total, el 75,65% son jóvenes, y un tercio de ellos permanece recluido por más de 24 meses sin sentencia. Esta situación ha provocado un hacinamiento severo que afecta las condiciones de vida y limita el acceso a la educación, la formación técnica y las oportunidades de reinserción social.
“Las cárceles duplican la criminalidad”
La representante de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) en Tarija, Yolanda Herrera, advierte que el uso excesivo de la detención preventiva está generando consecuencias irreversibles en la población carcelaria, especialmente entre los jóvenes.
“Penosamente, los centros penitenciarios no permiten la reinserción. Quisiéramos que fueran verdaderos espacios de rehabilitación, pero se han convertido en lugares donde se duplica la criminalidad y los actos delictivos van en aumento”, lamenta Herrera.
A la estigmatización social que enfrentan los jóvenes privados de libertad se suman las deficiencias estructurales dentro de los penales: infraestructura deteriorada, falta de equipamiento y escasez de materiales educativos. Todo ello impide garantizar el derecho a una educación digna y a una preparación adecuada para reinsertarse en la sociedad.
“Un joven que ha estado detenido muy difícilmente logra reinsertarse porque no existen políticas reales de rehabilitación. La detención preventiva, al prolongarse más allá de los plazos legales, se convierte en una sentencia anticipada para personas que podrían ser inocentes”, agrega Herrera.

Un efecto dominó que afecta a los más vulnerables
El abuso de la detención preventiva tiene un efecto dominó que golpea principalmente a los jóvenes en situación de pobreza, desigualdad y violencia estructural. Al permanecer largos periodos tras las rejas, muchos de ellos corren el riesgo de profundizar su conducta delictiva, especialmente ante la falta de programas efectivos de rehabilitación.

La delegada del Defensor del Pueblo en Tarija, Cecilia Bolívar, hizo un llamado a las autoridades para mejorar las condiciones de vida en las cárceles y coincidió que el uso excesivo de la detención preventiva “no solo vulnera los derechos de la población juvenil, sino que además coarta sus proyectos de vida”, sostuvo.
Hacia una justicia más humana y efectiva
La rehabilitación de las personas privadas de libertad no solo representa un acto de justicia social, sino también una medida clave para garantizar la seguridad ciudadana. Si los programas de reinserción funcionan, se reducirá la reincidencia y se promoverá la integración de los jóvenes como miembros productivos de la sociedad.
Sin embargo, para lograrlo es necesario reducir el uso excesivo de la detención preventiva y asegurar que el Tribunal Supremo de Justicia adopte medidas que garanticen una administración de justicia pronta, equitativa y respetuosa de los derechos humanos.
Mientras tanto, miles de jóvenes como Carlos continúan viendo sus sueños apagarse tras los muros de una celda, esperando no solo justicia, sino también una oportunidad real para reconstruir su vida. (eB)